El terapeuta de conducta , educador o adiestrador canino debe utilizar hoy en día las técnicas necesarias para conseguir que sus clientes, los dueños de los perros, obtengan una mejor convivencia con sus canes. Durante todos estos años de profesión, estudio y dedicación al perro he visto evolucionar al sector canino de forma independiente, sin conexión con los usuarios o propietarios de perros neófitos en el tema, a los cuales en muchas ocasiones se les confunde o “engaña” vendiéndoles fórmulas mágicas de trasfondo comercial o sensiblero. La humanización de la conducta animal y del perro en particular hace mucho daño a la hora de entenderles y poder hablarles en su mismo “idioma”. La mayoría de los problemas de conducta existentes entre un perro y su dueño son fruto de una humanizada interpretación de la conducta de su perro. El tratarlos como humanos o como niños, es el caldo de cultivo básico que propiciará la mala educación, y como consecuencia de esto, la aparición de dichos problemas de conducta. Se trata de solucionar los problemas a los dueños de los perros, no de solucionar los problemas a los perros, ya que estos no tienen problemas, pues actúan según les marcan sus instintos y de esta forma “son felices”. Conseguir que la convivencia entre amo y perro sea mejor, forma parte de la labor de un buen adiestrador o terapeuta de conducta. Informar y explicar bien al propietario de un perro, es la premisa fundamental antes de iniciar un proceso de modificación de conducta, si el dueño no tiene ACTITUD el trabajo fracasará.
Con el siglo XXI se dio pistoletazo de salida a las llamadas pseudo-ciencias y a los “vendedores de humo”, y con ellas el mundo del perro se ha visto inundado de llamativos experimentos y aparentes demostraciones innovadoras. Es verdad que la ciencia avanza, pero lo hace “peldaño a peldaño” y no a “saltos de escalera”. Tampoco lo hace ofreciendo fórmulas mágicas con dudosos experimentos o erróneas interpretaciones que solo tratan de vender o agradar los sensibles oídos de la opinión pública.