Definimos timidez como la conducta de inseguridad o miedo, acompañada o no de respuesta agresiva, que desarrolla un individuo ante un estímulo no conocido (persona o animal). La timidez es un factor genético y psicológico cuya base original está en la conducta de supervivencia e instintiva del lobo y de cualquier animal salvaje. Todos los animales salvajes son tímidos por naturaleza , el ser tímido y huidizo de lo desconocido les proporciona numerosas ventajas en la vida salvaje, esto hace que genéticamente la timidez sea un factor de rasgo característicamente dominante.

 

El perro ha heredado del lobo su predisposición genética a la timidez, aunque el hombre a través del contacto diario y la socialización del perro desde hace 10.000 años haya reducido en bastante porcentaje este factor. No obstante, aún así surgen individuos tímidos en muchas líneas genéticas de muchas razas caninas y mestizos. El porcentaje de ejemplares tímidos ronda entre el 20 y 35 % de los perros, estos porcentajes varían en función de la raza, de la situación de la misma en cada país, de los sementales reproductores y también fluctúa con las modas en cuanto a razas caninas. En los perros mestizos la timidez tiende a presentarse con más incidencia por lógicos motivos de falta de selección y dominancia genética de este factor natural, ya que la inseguridad es un factor genético dominante sobre la seguridad y la sociabilidad.

La timidez tiene dos formas de expresión en el perro:

Los dos principales sistemas defensivos que tiene el perro ante la inseguridad son la huida o RDP (respuesta defensiva pasiva) y el ataque RDA (respuesta defensiva activa). En los casos de timidez encontramos que estas reacciones se activan ante situaciones de no amenaza y que el simple acercamiento directo del extraño puede provocar estas conductas defensivas.

La RDP (respuesta defensiva pasiva) Se produce cuando el ejemplar reacciona con temor o huida ante un extraño que se dirige a él sin actitud amenazante.

La RDA (respuesta defensiva activa) Se produce cuando el ejemplar reacciona de forma agresiva ante un extraño que se dirige a él sin actitud amenazante. La intensidad de esa agresividad va desde un simple gruñido o ladrido de intimidación, hasta una clara y contundente agresión.

Timidez compensada o agresión reactiva:

La RDP corre el riesgo de convertirse en una RDA por aprendizaje a lo largo del primer año y medio del ejemplar (a veces a otras edades más tardías por circunstancias determinadas).Es decir, el ejemplar descubre que puede evitar ser tocado o acariciado por el extraño emitiendo una respuesta agresiva. De esta forma el sujeto intimidador se aparta, huye o desaparece, consiguiendo el perro de esta forma, el alivio y “la paz” deseada, y así se convertirá en una conducta reforzada que tenderá a repetir. Es importante recalcar que tanto la RDA como la RDP, se da también de forma natural en cualquier perro que se siente amenazado claramente. Basta con que la amenaza les supere o no, para que opten por huir o atacar ante el peligro.

La timidez como consecuencia clara de un factor ambiental la encontramos generalmente en ejemplares víctimas del maltrato  con o sin predisposición genética y que el ambiente ha propiciado el desarrollo de esa inseguridad pero también  se presenta en ejemplares que han heredado este factor y que manifiestan sus síntomas desde edades muy tempranas.  La falta de estimulación en el primer año de vida  o la educación inadecuada puede ayudar a que las consecuencias de los efectos negativos recibidos o los estímulos no conocidos en su momento de cachorro puedan mermar los niveles de seguridad de un perro joven.

En cualquier caso, muchas veces los niveles de evitación, las llamadas líneas de evitación de la Universidad de Siracusa, así como los niveles de hipersensibilidad a los estímulos, vienen marcados en su línea genética.

El mito de la sociabilización como tratamiento a la timidez en el perro de ciudad, es en muchos casos infructuosa debido principalmente al factor genético.  Al contrario de lo que la mayoría de la gente dice, la sociabilización del perro de ciudad con otros perros solo es necesaria en los tres o cuatro primeros meses de vida (madre y hermanos). Es en estos primeros meses cuando el perro se identifica con su propia especie, es decir “aprende a ser perro”. Posteriormente no se vuelve indispensable mantener dicha sociabilización con sus congéneres para que en el futuro el perro sea sociable y mucho menos para que el tímido deje de serlo. En ningún momento impedirles jugar con otros perros les va hacer aumentar la inseguridad (fruto de la timidez) y tampoco fomentárselo nos ayudará a que sean más sociables o seguros. En muchos casos las zonas caninas de los parques son generadores de problemas, los cuales aparecen cuando el perro entra en su pubertad. El perro tímido en la mayoría de los casos nace inseguro, salvo en casos de maltrato. Un futuro ejemplar tímido es un animal inseguro, débil y ya con tres meses es fácil detectarlos por un experto. En los parques probablemente será acosado por otros ejemplares más sociables o seguros. Esto a la larga mediatizará su conducta futura, a veces con problemas de agresión de tipo defensivo que crearan conflictos de tipo social entre sus propietarios. Mi consejo en general es que, en los perros de vida en ciudad entre los 4 meses y hasta los 18 meses aproximadamente, seamos nosotros los humanos el elemento fundamental de juego y de distracción diario de nuestros perros. Posteriormente de adulto se le podrá dejar de forma ocasional relacionarse con otros ejemplares de sexo contrario o castrados para evitar problemas. Observaremos entonces como su comportamiento con los de su especie será absolutamente normal (cada perro manteniendo el carácter propio) pero con la ventaja de que su apego e interés estará más junto a su dueño, favoreciendo así la obediencia y evitando conflictos y reyertas. El dueño debe convertirse en un «Dios» para su perro y crear así un vínculo con su perro basado en el juego, el afecto y el respeto, a partir de este momento el resto de los perros pasarán a un segundo plano.

Por lo tanto en los perros de ciudad , salvo en aquellos que vivan en grupo o manadas,  la sociabilización debe hacerse con humanos, que son con los que habitualmente convive un perro de ciudad y por supuesto con el resto de animales con quienes quizás convivan en una misma casa. Una vez obtenida la sociabilización con los humanos podremos hacerles disfrutar de vez en cuando con los de su misma especie sin dañar así la relación con el humano que habrá quedada bien establecida. Además el acostumbrarles a interactuar y jugar entre perros en estas edades tempranas (desde los 4 a los 15 meses) suele favorecer la desobediencia futura, ya que reduce el vínculo con el propietario y lo aumenta hacia los de su propia especie. Esto a la larga se pagará en forma de desapego cuando le saquemos a pasear o al soltarle en un parque.

Los parques públicos y las zonas caninas se convierten habitualmente en caldo de cultivo de numerosos futuros problemas de conducta y desobediencia. La mejor alternativa es sacarlos al campo a ejercitarse y a jugar con nosotros desde que son pequeños.